Esta es una metáfora de vida para quienes corren, o viven, con la mirada bien puesta.
Explora aquí nuestros modelos ópticos y solares (incluidos los icónicos lentes Carrera) que te ayudan a ver mejor… incluso mientras corres hacia lo que más importa.
El miedo antes del disparo
Antes de arrancar, el miedo aparece. A veces es discreto: una duda, una comezón que no se quita o un dolor de panza. Otras veces es más claro: “¿Y si no llego?”, “¿y si me lastimo?”, “¿y si todos van más rápido que yo?”.
Correr una carrera también es aprender a escuchar esa voz sin dejar que dicte el paso. Porque una vez que empiezas, casi siempre descubres lo mismo: sí hay agua, sí hay fuerza, sí hay camino y sí hay, incluso, gestos altrusitas cuando menos te lo esperas.
Una carrera, una historia
En los primeros metros, muchos te van a rebasar. Es normal, y seguramente el instinto te empujará a seguirlos. Sin embargo, pronto te darás cuenta de algo importante: no todos corren la misma carrera. Tu paso es tuyo. Y eso es suficiente.
Porque nunca sabes cuál es la meta de los demás. Algunos corren para ganar, otros para llegar, algunos para volver a confiar en sí mismos. Y hay quienes sólo corren porque —por fin— pueden volver a caminar.
Si estás corriendo y piensas: ‘Esto duele, no puedo más’. El dolor será una realidad inevitable, pero soportarlo, o no, depende de ti.”
— Haruki Murakami.
Aunque corras acompañado, tu carrera es sólo tuya
Cada quien carga su propia historia: una enfermedad superada, una pérdida reciente, un miedo que se quiere dejar atrás, un vacío que se intenta llenar o un desafío que se busca superar. Nadie empieza desde el mismo lugar ni nadie se mueve por lo mismo. La carrera siempre es individual.
En el trayecto, habrá cruces inesperados: esa persona que parecía inalcanzable, de pronto aparece a tu lado en una subida. Aquel a quien ayudaste en los primeros metros, es quien te anima en los últimos. Hay reencuentros, silencios compartidos y miradas que te marcan. En la carrera nadie se queda siempre adelante ni siempre atrás.
El ritmo se construye
Llegar lejos requiere entrenamiento y tiempo. Nadie encuentra su ritmo desde el primer día. Hay que equivocarse, probar de nuevo, ajustar la respiración y la mente. Te vas a lastimar, sí, pero también te vas a recuperar.
En las distancias largas, pensar en todo el trayecto puede ser abrumador. Por eso es mejor dividirlo. Pensar sólo en los próximos tres kilómetros. Luego en los siguientes cinco y así, un tramo a la vez.
A veces el camino se vuelve generoso: llega una bajada, el cuerpo se aligera, todo parece más fácil. Pero incluso ahí, dudamos. Nos preguntamos cuánto durará y si no deberíamos frenar para guardar energía. No lo hagas, es una trampa: disfruta el tramo sencillo… las dificultades llegan igual.
Y cuando el cuerpo se cansa —porque lo hará—, entra en juego otro tipo de fuerza. Correr no es sólo físico. Es mental. Es emocional. Lo que realmente se entrena es la capacidad de sostenerse en la carrera, incluso cuando nada empuja.
Deja que te rebasen
En algún punto, alguien te va a pasar. Tal vez más de una persona. Tal vez muchas. Y cuando eso sucede, es fácil dudar de tu propio paso, preguntarte si deberías acelerar, si vas demasiado lento, si estás haciendo algo mal.
Seguir tu ritmo no es resignarse. Es una forma de escucharte. De no dejar que la comparación decida por ti. Porque no se trata sólo de llegar. También importa cómo llegas.
En realidad, cuando terminas la carrera no recuerdas los números del reloj. Lo que permanece es otra cosa: el paso que lograste mantener, las vistas, las personas que cruzaron contigo, los momentos en que pensaste en rendirte… y no lo hiciste.
Incluso, los momentos que más se disfrutan son cuando te olvidas de esa meta. Cuando la mente se aquieta y te enfocas en lo que está sucediendo, en lo que ves a tu alrededor, los paisajes que cruzas, los sonidos que escuchas, los lentes con los que disfrutaste tu carrera.
Ver con inteligencia, correr a tu ritmo
En The Aleph Eyewear, creemos que ver con inteligencia no es ver más que los demás, ni ver como los demás. Es aprender a enfocar la atención en lo que importa. Es moverse con conciencia, con confianza, con la mirada bien puesta.
Correr también tiene que ver con eso. No se trata de ir lento ni rápido, sino de reconocer cuándo acelerar, cuándo sostener el paso y cuándo es mejor descansar para recuperarte.
Ver la ruta. Observar lo que te rodea. Estar en el presente.
Usar lentes de sol mientras corres no sólo protege tus ojos de los rayos UV; también reduce el deslumbramiento, evita la fatiga ocular y actúa como un escudo contra viento, polvo o insectos. Con ellos, mantienes la mirada al frente sin distracciones, tu paso se siente más seguro y la experiencia se vuelve más cómoda.
Avanzar no siempre es cruzar la meta antes que nadie. A veces, es ver el mundo con más claridad. Y cuando eso ocurre, la carrera —y la vida— se disfruta distinto.
Explora nuestra colección Carrera en The Aleph Eyewear aqui y acompaña tu visión en cada paso de tu propia carrera.